sábado, 18 de febrero de 2012

EVALUACIÓN DE LA PERSONALIDAD III:








Clasificación y Criterios Diagnósticos de la Conducta Anormal


Según el departamento de psicología de la salud:
 Las definiciones psicológicas de la conducta anormal resaltan la 
utilidad real de la conducta – si la conducta causa un malestar 

significativo o impide alcanzar metas importantes, o desarrollar 
relaciones significativas, entonces se considera disfuncional o 
merecedora de tratamiento-. Esta orientación tiene dificultades 
para abordar a aquellas personas que carecen de conciencia de 
sus problemas.



Según Ballesteros:


Concepto de sistema de clasificación y terminología básica

          Un sistema de clasificación es un conjunto de conceptos que pretende describir de un modo sistemático y comprehensivo una determinada parcela de la realidad.
          Estos conceptos deben ser definidos y delimitados, simples y de fácil utilización de manera que sean excluyentes entre si.
          Los sistemas de clasificación son arbitrarios, no representan isomórficamente la realidad.
          Proporcionan puntos de referencia, con los que disponemos para trabajar sobre una realidad.
          El término taxonomía se refiere a un sistema científico de clasificación.
          En el ámbito clínico se usa el término nosología para referirse a una taxonomía relativa a conceptos patológicos.
          La identificación es la asignación de las categorías así obtenidas a los fenómenos observados. En el ámbito clínico se le denomina diagnóstico.
          El diagnóstico se basa en los sistemas en uso, en síntomas y signos (de naturaleza biológica o conductual).
          El conjunto de signos y síntomas dan lugar a los síndromes, con la observación clínica de éstos, se elaboran los diagnósticos más frecuentes en la práctica psicopatológica.
          Cuando se dispone de información sustantiva adicional a estas pautas de covariación, se puede hablar de trastornos.
          Es posible hablar de enfermedad cuando se conocen la etiología y los procesos patofisiológicos subyacentes.
          El funcionamiento de las personas es siempre múltiple y complejo, y que una posible patología, representa sólo una parte limitada y no agota la realidad. Por ellos se reconoce la conveniencia de adoptar sistemas de clasificación multiaxiales (CIE-10 y DSM-IV).

Perspectiva histórica y utilidad de un sistema diagnóstico para el psicólogo

          Como resultado de la gran influencia del psicoanálisis en el siglo XIX, el interés en la clasificación se redujo considerablemente.
          En la década de los cincuenta se utilizan nuevos fármacos con resultados muy eficaces para distintos tipos de trastornos. Probablemente con ello se inaugura un nuevo período de interés en el diagnóstico.
          Estudios de Feigner y Herbstein, 1987, sugieren que la falta de fiabilidad del diagnóstico se origina en tres fuentes de variación:
                1.- La inconsistencia de la conducta del paciente.
                2.- La falta de objetividad en la definición de las categorías diagnósticas.
              3.- La variabilidad en la información recogida por el  clínico, y sobre la que se    
                   va a basar el diagnóstico.
          Surgen fuertes críticas al diagnóstico desde el enfoque conductual, debido a que afirmaban que este daba explicaciones circulares.
          Además según los datos que aportan los estudios de fiabilidad, carece de las garantías científicas mínimas.
          A principios de la década de los setenta, se publica “Criterios de Feighner para la Investigación”, estos son criterios diagnósticos originalmente creados para ser utilizados en la investigación, que incluían solo aquellas categorías objetivamente definidas, y que por tanto no cubrían todo el espectro psicopatológico.
          El número de categorías se amplía en los Criterios de Diagnóstico para la Investigación (Spitzer, Endicott y Robins, 1975) y, basándose en los mismos principios, se edita en 1980 la tercera edición del Diagnostic ans Statistical Manual (DSM – III), que por cubrir todo el rango de los trastornos observados, puede ser utilizado en el ámbito clínico.
          Existen 3 tipos fundamentales de aportaciones que la información nomotética puede hacer a la Evaluación conductual:

                  1.- Ayudar en la identificación de algunas conductas problema.
                    2.- Aportar información sobre determinadas correlaciones entre respuestas     
                         frecuentemente observadas, así como sobre variables que con frecuencia 
                         controlan determinadas conductas problema y sobre la eficacia de 
                         ciertas estrategias terapéuticas para modificarlas.
                    3.- Como medio de comunicación, y para acumular evidencia sobre
                          determinadas características de interés para un determinado trastorno.


Alternativas básicas en la construcción de los sistemas diagnósticos

Atributos:
          La decisión más básica afecta al tipo de atributos o características que se considera describen adecuadamente el dominio de clasificación o al tipo de datos que van a constituir el punto de partida.
          Históricamente, los sistemas de clasificación psicopatológicos muestran preferencias por distintos tipos de atributos.
          Aparecen autores como:
          Kraepelin, que enfatiza los signos observables e introduce características relativas al curso del trastorno.
          Bleuler, que se centra en los síntomas de carácter transversal.
          También se puede encontrar ejemplos de atributos generados desde una teoría en los conceptos utilizados por clínicos cercanos al Psicoanálisis o en el trabajo de Millon (1986).
          La tendencia actual se caracteriza por sistemas que recurren básicamente a información clínica transversal en el momento de llevar a cabo el diagnóstico (signos y síntomas).
          Por el contrario, otro tipo de información (etiología, curso o pronóstico) puede considerarse ausente como criterio diagnóstico.
          Los signos y síntomas siguen teniendo un papel predominante en los llamados “sistemas operativos”.

Estructura:
          Se trata de definir el modo como se agrupan los atributos para formar las categorías, así como la naturaleza de éstas. Es decir, si se consideran como categorías discretas o como dimensiones que varían cuantitativamente.
          Los sistemas utilizados en la práctica clínica han tenido tradicionalmente una naturaleza categorial, es decir, los trastornos observados se describen como categorías discretas definidas por la presencia de determinados atributos.
          En los sistemas categoriales, una de las características que debe cumplir un sistema taxonómico es incluir categorías mutuamente excluyente entre sí y que conjuntamente cubran de modo exhaustivo el dominio al que se refieren.
          La realidad clínica es sumamente compleja. Por ello, cuando intentamos categorizar los fenómenos observados pueden plantearse preguntas como: si existen síntomas mixtos, correspondientes a dos diagnósticos diferentes, ¿debe considerarse que uno de ellos es prioritario o bien se utilizan los dos simultáneamente?
          En los sistemas de uso más frecuente se ha adoptado una posición jerárquica, en donde los trastornos de base orgánica ocuparán el lugar superior de la jerarquía, seguidos por los trastornos psicóticos.
          Sistemas como el DSM-III para evitar alguna limitación, permiten la utilización simultánea de varios diagnósticos, considerando prioritario el que trae el paciente a la consulta.

Método:
          El método seguido por los sistematizadores clásicos fue una cuidadosa observación clínica, a partir de la cual se establecían categorías descriptivas de los fenómenos observados. Este método sigue esencialmente presente en los actuales métodos de consenso, como el DSM-III. En ellos se pretende minimizar la subjetividad de un observador único llegando a un acuerdo entre distintos expertos.
          Existen otras alternativas metodológicamente más sofisticadas, como los sistemas cuantitativos.
          Basándose en distintos procedimientos estadísticos se han desarrollado diversas estrategias de clasificación, siendo las más conocidas el análisis factorial y el análisis de clusters.
          Mc Guire (1978), cuando la hipótesis de partida es dimensional, es decir, supone la existencia de una serie de dimensiones a lo largo de las cuales se sitúan las observaciones (y la diferencia entre lo normal y lo patológico es una cuestión de grado) la técnica utilizada es el análisis factorial.
          Blashfield (1984), cuando la hipótesis de partida supone la existencia de trastornos discretos se recurre al análisis de clusters para identificar estas categorías de un modo empírico. El procedimiento básico consiste en obtener información lo más variada posible de un conjunto de sujetos igualmente heterogéneos, intentando identificar a través de análisis de clusters, las agrupaciones que se producen.

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